Con el COVID19 la demanda y producción de alimentos están en la lupa, particularmente en los países más pobres donde la demanda está más vinculada a los ingresos y, en este caso, la pérdida de oportunidades de obtener ingresos podría repercutir en disminuir el consumo.
El abastecimiento de alimentos se encuentra en riesgo y las familias agricultoras son especialmente vulnerables al no tener opción en la cuarentena, limitado acceso a información preventiva y la atención de salud adecuada.
No solo cierran los supermercados sino los mercados populares donde pequeños agricultores (que cultivan menos de 3 hectáreas) comercializan más del 50% de lo que producen aún perteneciendo a cooperativas o empresas asociativas.
¿Nos obligará esta pandemia finalmente a ver con otros ojos el valor de la agricultura y de las familias dedicadas a cultivar nuestros alimentos?.
En Honduras, de 18 mil familias productoras un 89% son de pequeña escala, que ya se encontraban amenazadas por el cambio climático y el contexto socioeconómico.