Las mujeres fuertes de Satipo: la experiencia del Comité de Desarrollo de la Mujer de la CAC Pangoa

Las mujeres fuertes de Satipo: la experiencia del Comité de Desarrollo de la Mujer de la CAC Pangoa

08/03/2022

Usar una calculadora, algo que para muchas personas podría resultar una tarea muy sencilla, fue el punto de partida para que un gran número de mujeres empezara a recorrer el camino hacia su independencia económica y su empoderamiento en la provincia de Satipo, en la región Junín. ¿Pero cómo es que aprender a sumar, restar, multiplicar y dividir en esta simple herramienta hizo que se involucraran cada vez más en las labores que antes eran exclusivas de sus esposos? Esta es la historia de la Cooperativa Agraria Cafetalera Pangoa y sus esfuerzos por inclinar la balanza hacia la igualdad de género y fomentar un mayor desarrollo económico y social en sus miembros.

La cooperativa se fundó en el año 1977. En ese entonces eran 50 socios, todos varones, y su principal objetivo era mejorar el precio de sus productos apoyándose mutuamente de manera solidaria para superar cualquier obstáculo que pudiera presentárseles en el camino; pero no vieron la necesidad de incorporar a sus esposas o sus hijas en esta misión.

Para ellos, según cuenta Esperanza Dionisio, la emblemática ex gerenta de la CAC Pangoa, las mujeres debían estar en la casa, preparando los alimentos y cuidando a los hijos. No obstante, muchas complementaban el trabajo de campo de los hombres supervisando el secado del café, algunas iban más allá y se involucraban en la administración del negocio, solo que estas tareas quedaban invisibilizadas debido a los roles de género que cumplían en el hogar. Era trabajo no reconocido, menos aún, remunerado.

Tuvieron que pasar 20 años para que las cosas empezaran a cambiar.

“La labor era distribuida, las señoras tenían que estar en la cocina, atender a los niños, atender a los animales menores, y el secado del café era su responsabilidad en la chacra. Y los varones el trabajo fuerte, en la cosecha, cargar, todos esos trabajos que demandan energía. Las mujeres no intervenían mucho en la economía”, nos cuenta Esperanza.

Esperanza asumió la gerencia general de la CAC Pangoa en el año 1997, siendo la primera mujer en ocupar un cargo de tal importancia en una cooperativa de café en el Perú. Estar al frente de la cooperativa ayudó a romper esquemas, pero vio que aún había mucho trabajo por hacer.

“Al inicio solo se vendía café convencional a la bolsa, los márgenes de ganancia que quedaban eran mínimos y había que sacar plata de dónde sea para reintegrarles a los socios antes de fin de año”, recuerda Esperanza.

Fueron tiempos muy difíciles, hasta que en el 2001, después de un arduo trabajo de investigación y adecuación de sus procesos, accedieron a los sellos de café orgánico y comercio justo. Estas certificaciones les abrieron las puertas a la cooperación internacional y a los grandes mercados en el extranjero. Sin embargo, el logro más importante fue, sin duda, ganar aliados interesados en el desarrollo de la comunidad e involucrar a las mujeres en el proceso.

El mismo año que Esperanza asumió la gerencia de la cooperativa se establecieron alianzas estratégicas con programas importantes, entre ellos el Programa Andino de Desarrollo Cooperativo (PADECO) de la de la Sociedad de Cooperación para el Desarrollo Internacional (SOCODEVI) que contribuyó a dar los primeros pasos para mejorar la participación de las mujeres en la administración de sus empresas familiares.

De aprender a usar la calculadora a aprender cómo usar "sus voces"

Estos esfuerzos impulsaron el nacimiento de CODEMU, el Comité de Desarrollo de la Mujer de la CAC Pangoa. Fue allí que la introducción de la calculadora se volvió fundamental para que las mujeres empezaran a empoderarse y desarrollar otras habilidades como parte de un proceso progresivo hacia su autonomía económica, física y de toma de decisiones.

“Primero se les compró la calculadora y se les enseñó cuántos kilos pesaba una lata de café para así empezar a hacer cálculos para vender el café”, dice Esperanza. Con la mayoría de las mujeres hubo que empezar de cero porque no habían pisado la escuela en toda su vida, sin embargo, tenían mucho interés por aprender. “No todas sabían sumar y restar, solo algunas, pero tenían otras habilidades. Muchas no sabían leer y escribir, pero tenían toda la información en su cabeza”. De las habilidades técnicas pasaron a las sociales, y así mejoraron su autoestima. “Ellas mismas pedían capacitarse y si, por ejemplo, las señoras no podían hablar, a través de esas capacitaciones tenían que aprender a hablar”, agrega.

Con los años, las capacitaciones tuvieron repercusión en casa, pues las mujeres reconocieron la importancia del aprendizaje y comenzaron a desear un mejor futuro para sus hijos a través de la educación. La cantidad de niños y niñas en la escuela aumentó, ya no sacrificaban horas de estudio para quedarse a ayudar a sus padres en la chacra pues entendieron que saber leer, escribir y realizar operaciones matemáticas era más beneficioso para su economía. Así el CODEMU promovió un cambio que afectaría a más de una generación.

Si bien el CODEMU partió como un espacio para las mujeres socias, luego incorporó a jóvenes e impulsó cambios con y a favor de las nuevas generaciones.

“A través del comité, la cooperativa le apostó al talento joven -con capacitaciones, pasantías, becas- y permitió conversaciones necesarias al interior de las familias, para una mayor sensibilidad a la equidad de género y generar condiciones para un desarrollo pleno de los hijos e hijas de asociadas”

Mariela Wismann Directora del Programa Café de Rikolto

Sin embargo, no todas las familias aceptaron bien estos cambios al principio. Por ejemplo, no a todos los esposos les gustaba la idea de que sus esposas salieran de casa a recibir capacitaciones pues para ello debían estar ausentes por varios días. No se entendía la naturaleza de las capacitaciones y muchas socias compartían que una condición para asistir a estas actividades era que dejaran todo listo, la casa limpia y el almuerzo preparado antes de salir.

“Había una señora cuyo esposo tomaba licor y le pegaba, pero con las capacitaciones ella se envalentonó y le dijo a su esposo: ‘tú atiendes la casa’. Y la señora se fue, regresó al mediodía y el señor no había hecho nada, la casa sucia, el almuerzo sin preparar. Ahí el hombre reconoció que la mujer hacía varias cosas a la vez”, recuerda Esperanza. Las discusiones en el hogar no era el único problema: en los casos más extremos, se llegaron a conocer situaciones de violencia ejercida contra ellas.

"Ya no dependemos solo del café o del trabajo de nuestros maridos"

Pese a todo, el trabajo hecho por el CODEMU le ha cambiado la vida a las mujeres productoras de Satipo. Vilma Caso, hija de un socio fundador de la CAC Pangoa, dueña de la finca Oropel en el centro poblado Villa Progreso de Edén en Mazamari, es una de las muchas beneficiadas. Ella es socia de la CAC Pangoa desde hace 10 años, lo que le permitió tener un mejor control de los procesos dentro de su finca.

“Yo antes vendía café en la calle, pero me di cuenta de que la cooperativa era buena, que el peso era exacto y que ofrecían apoyo y asesoramiento técnico. Me animé y pude poner en orden en mi finca en cuanto a organización y almacenaje de herramientas”, señala Vilma. Lo aprendido en el Comité de Mujeres le ha servido para mejorar su producción y sus ventas pues, además, participa en la “Feria Sabatina” en la que las socias ofrecen sus productos como café, cacao, miel, frutas, verduras y animales menores.

Lo que más resalta Vilma es haber logrado su independencia económica. “Ya no dependemos solo del café o solo del trabajo del esposo, como mujeres trabajamos produciendo hortalizas y criando animales, generamos ingresos y llevamos para el diario”, agrega con mucho entusiasmo.

Fue justamente este incremento en la economía familiar lo que inclinó la balanza en favor del trabajo de las mujeres, pues sus esposos vieron que sus ingresos mejoraron y empezaron a apoyar sus actividades, darles su espacio y hacer su parte en sus propias casas. Esto permitió que las socias desarrollaran un rol más activo como lideresas, asumiendo cargos dirigenciales a nivel del comité, la misma cooperativa, e incluso en sus propias comunidades.

En los últimos años, las mujeres del comité trazaron sus propias rutas de desarrollo y buscaron nuevos aliados estratégicos para sus proyectos, como Dean’s Beans Organic Coffee Company, Coop Cofees, Appcacao, SOS Faim, Twin, Terra Nuova, entre otros socios y clientes. Al conocer el esfuerzo que había detrás de la producción de la cooperativa, las empresas prestaron mayor interés al trabajo de las mujeres y los productos que generaban, por lo que colaboraron con capital semilla para que puedan adquirir insumos agrícolas de mejor calidad, adecuar la infraestructura de sus fincas, mejorar sus viviendas, e invertir en educación y salud para ellas y sus familias.

Un comité de mujeres que abre el camino a las nuevas generaciones

La labor iniciada por el CODEMU tuvo continuidad en la creación de un nuevo espacio, un Comité de Desarrollo de Jóvenes (CODEJ): Los hijos de las mujeres productoras recibieron créditos y becas para estudiar en diferentes universidades del país. Una vez graduados, el compromiso era regresar a trabajar por el desarrollo de los negocios de sus familias, pudiendo integrar el equipo técnico (ganador de premios, con un profesionalismo reconocido por sus clientes) o haciéndose socios de la Cooperativa.

“La experiencia del CODEMU nos demuestra que es posible mejorar el desempeño de una organización de productores, fomentando la inclusión, incorporando a jóvenes y mujeres. Hoy, esto rinde sus frutos. Su historia y retos pueden ser los de otras organizaciones, y la sistematización de su experiencia permite revisar y trabajar en cómo generar mejores condiciones para el desarrollo para las mujeres y sus familias.” añade Wismann.

Son muchas las lecciones que el CODEMU deja hasta el momento, una de ellas es que fomentar la autonomía de las mujeres hace que se apropien del espacio público que antes les era negado y apoyen en la generación de mejores condiciones de participación de otras mujeres. Contar con el apoyo de instituciones a través de alianzas estratégicas es muy importante, las mujeres se sienten acompañadas en el proceso, y se asegura una mayor participación al animarlas a buscar mejores posiciones dentro de la cooperativa. Finalmente, las mujeres continúan su reconocimiento y fortalecen su agencia, valorando e incrementando sus capacidades para hacer frente a situaciones adversas, sea en sus casas o en sus comunidades, planteándose nuevos proyectos y objetivos que alcanzar de manera individual y colectiva.

El empoderamiento de las mujeres es un proceso gradual y debe sostenerse en el tiempo reconociendo que cada mujer proviene de un contexto diferente, y que son esas particularidades las que hacen que el proceso no sea el mismo para todas. Junto a procesos muy propios en los que la mujer avanza, se hace necesario que sus organizaciones y el contexto en el que se desenvuelven comprendan la necesidad de modificar dinámicas y condiciones que permitan su pleno desarrollo porque es su derecho y porque su inclusión refuerza tremendamente el desempeño de las organizaciones.

Redacción: Pamela Acosta - consultora en comunicaciones - Editora: Natalia Palomino, Coordinadora de comunicaciones en Rikolto - Fotografía: David Diaz - Publicado en Cafelab.pe