Un cielo azul que se tornó rápidamente gris oscuro, mientras los árboles empezaban a agitarse con el viento al compás de una lluvia tercia que no cambió de intensidad por más de 30 horas. Así llegó la tormenta Eta para Wilmer García, agricultor de la comunidad de Azacualpa, después que el fenómeno meteorológico bajara de categoría 4 como huracán al tocar suelo en Honduras.
“Nadie nos avisó que venía la tormenta, solo empezó a llover y no paro por dias” dice el productor de 42 años.
Entre Eta y Iota solo pasaron cinco días en que la intensidad de la lluvia bajó un poco, Wilmer recuerda que era martes cuando empezó la lluvia de Iota en su comunidad ubicada en el departamento de Francisco Morazán.
Los centros de huracanes advierten de lo insólito del impacto de los dos huracanes, en la misma área y a mediados de noviembre, cuando la temporada se supone debería haber terminado. Y con la funesta determinación de sacudir con tanta fuerza a la población de Honduras y Nicaragua, ambos países ubicados en el puesto 1 y 4 de los 10 países más afectados por eventos climáticos extremos en el índice de riesgo climático para el periodo 1998-2016.
Para el 25 de noviembre, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (SAG) ya reportaba pérdidas de hasta un 80 % en el sector agrícola por los daños de las tormentas.