Huerta sanadora en tiempos de Covid - 19

Huerta sanadora en tiempos de Covid - 19

06/05/2020
Nataly Pinto Alvaro
Nataly Pinto Alvaro
Consultora externa | Ecuador

Siempre pensé en la huerta que tenemos en las afueras de la ciudad de Quito como un espacio para reconectar con la vida y comer alimentos frescos. Ha sido una experiencia fantástica junto a mi compañero de vida, quien ha hecho de nuestra huerta un verdadero oasis, pero ahora con la crisis debido al Covid -19 cobra aún más sentido.

En la región latinoamericana, la más desigual del mundo, Ecuador es el segundo país más afectado por el coronavirus después de Brasil, con la cifra de 22.719 casos confirmados, 576 muertes y 1366 personas recuperadas al 24 de abril.

Las razones por las cuales el país es uno de los más afectados en la región son múltiples, pero destacan el recorte al presupuesto de salud pública que va de la mano con la falta de respuesta de las autoridades sanitarias, y la incapacidad para monitorear y atender a las personas contagiadas o que han fallecido y la situación es peor en la ciudad de Guayaquil.

Alimentos para la comunidad

Hoy día, justo un mes y medio después de que el presidente anunciara el estado de excepción en Ecuador, una persona tocó a mi puerta para pedir alimentos. La persona resultó ser un migrante de Venezuela que había llegado hace precisamente un mes al país y había comenzado a trabajar en un restaurante en la mitad del mundo, zona altamente turística. Sin embargo, perdió su empleo a los pocos días y ahora es parte de la población que busca alimentos a diario.

Se trata de sobrevivir, no tengo más opción que salir a pedir; pero no voy siempre a la misma casa”, nos dijo. Junto con mi esposo, comenzamos a preparar una canasta rápidamente. Él se fue a la huerta y cosechó un zuchini como el de la fotografía, una lechuga, acelga y tomate cherry, mientras yo fui a buscar lentejas, garbanzos, mote y preparé un par de “sánduches” para el camino y una barra de granola…

Zuchini de la huerta. Foto tomada en Enero del 2020.

Entonces, pensé en la importancia crucial de nuestra huerta comestible, fuimos capaces de proveer alimento fresco para una persona fuera de la familia.

Evidentemente, no se trata de una gran plantación por lo que nos veríamos desbordados si tuviéramos que cosechar cada día. Pese a esto, pienso en todas aquellas personas que tienen su huerta y que ahora están compartiendo lo que tienen con sus familiares, amigos y vecinos. Al parecer el “trueque” es incluso muy presente en las zonas más vulnerables de la ciudad.

También, pienso en ello cuando voy a comprar alimentos en la tienda más cercana y paso por la casa de la vecina que tiene una huerta pequeña, pero en pleno florecimiento y se puede ver desde el exterior. Me doy cuenta de que cada vez más personas se detienen a observarla y quizá piensan que tener un espacio así sería una buena opción. Una vez más se reafirma que la agricultura urbana crea resiliencia y no solo en términos de seguridad alimentaria, sino que aporta muchos otros beneficios como la posibilidad de crear comunidad y tener paz mental.

El teletrabajo y la huerta

Cada día me levanto temprano para teletrabajar, pero es verdad que si bien estaba acostumbrada a hacerlo varias horas delante de la computadora no estaba habituada a dirigir reuniones virtuales que han probado ser agotadoras, pese a que son interesantes y entretenidas, demandan bastante concentración y energía. Cuando concluyo una reunión o una tarea que requiere mucho esfuerzo mental, me levanto y me dirijo a la huerta a podar plantas, abonar, regar o tan solo contemplar y esto me restaura.

El sentimiento de alegría, gratitud y plenitud que me aporta la huerta en casa es insuperable y realmente tengo la fiel convicción de que muchas personas están pensando en los alimentos y de dónde vienen de manera diferente.

Espero que esta experiencia tan dura de afrontar una pandemia en confinamiento se pueda plasmar en políticas públicas que den la oportunidad a más ciudadanas y ciudadanos de tener un espacio de huerta comunitaria o contar con la adecuada asistencia técnica e incentivos para iniciar uno en casa.

Asímismo, confío en que la ciudadanía sabrá buscar formas de organizarse para ejercer su derecho a la alimentación y sobre todo sacar a flote valores como la solidaridad y la confianza en el otro y la otra.

El Libro: ¿Qué comeremos mañana?

Entre marzo y agosto de 2019, tres periodistas de la revista Eos Tracé visitaron las ciudades asociadas al programa Sistemas Alimentarios Sostenibles y Resilientes (SAS) de Rikolto en Latinoamérica. Durante estas visitas entrevistaron a más de 130 personas y descubrieron iniciativas que hacen accesibles al ciudadano alimentos más seguros, saludables y sostenibles. Este libro presenta las historias de nueve ciudades de Vietnam, Bélgica, Tanzania, Indonesia, Ecuador, Honduras y Nicaragua.

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