A solo 4 dias de la Cumbre Mundial de los Sistemas Alimentarios, es cuando la palabra "colaboración" debería estar presente en las mentes y las prácticas de todos los actores del sistema alimentario global. Después de un año como el 2020, las organizaciones de agricultores continúan brindando ejemplos, de cómo elevar la resiliencia de estos sistemas al ofrecer alternativas de inversión y créditos viables para las familias productoras.
A finales de agosto, recibimos vídeos de la organización de agricultores Coosempoda de Nicaragua. En las imágenes se ve a su personal utilizando espléndidamente una nueva máquina para lavar, clasificar, secar y envasar raíces y tubérculos.
Es una imagen de esperanza, ver como depositan las zanahorias directamente de los sacos de yute tras su recogida en el campo, saltando de estación en estación en la línea de procesamiento, desprendiendo toda la tierra en el agua.
Nicaragua sigue siendo uno de los países más pobres de América Latina, donde 2,1 de los 6 millones de habitantes viven con 1,76 dólares o menos al día.
En visitas a las instalaciones de una organización de productores a pequeña escala son pocas las ocasiones en que he visto esta escena. Una sala con mujeres lavando y empaquetando verduras de forma artesanal es la visión habitual.
El acceso a préstamos para invertir en la mejora de los procesos, la calidad o las infraestructuras es la panacea en el país centroamericano.
Las microfinancieras con mayor presencia en zonas rurales ofrecen sumas bajas a altos tasas de interés y los bancos consideran a las organizaciones de productores de hortalizas y frutas como un "sector de alto riesgo".