Honduras está situada en el triángulo norte de Centroamérica. Como en otros países de América Latina, la población se concentra sobre todo en dos ciudades principales: San Pedro Sula (llamada la capital industrial) y Tegucigalpa (la capital). Junto con Comayalegua, son las ciudades más grandes y pobladas de Honduras. La búsqueda de mejores oportunidades de vida, empleos remunerados, educación y servicios públicos, ha generado un éxodo de la población rural hacia esta ciudad, lo que ha provocado, entre otros efectos, la falta de productores de alimentos, el envejecimiento de la población productiva en las zonas rurales y la dependencia de otras fuentes de ingresos.
Tegucigalpa ha crecido en los últimos 50 años; sin embargo, las infraestructuras de la capital no han seguido el ritmo del auge demográfico. La falta de una planificación adecuada, la urbanización densa y descoordinada, unidas a fenómenos socioeconómicos como la pobreza y la delincuencia, hacen de Tegucigalpa una ciudad insegura y con profundas desigualdades. En los puntos de entrada a la ciudad, especialmente en los terrenos aledaños situados en las laderas de muchas colinas, se pueden ver las zonas de pobreza llamadas "cinturones de pobreza", donde la población con menos recursos intenta sobrevivir, con escaso acceso a servicios básicos vitales, como agua y electricidad.
Tegucigalpa está rodeada por una cadena montañosa de entre 935 y 1463 metros sobre el nivel del mar, de donde tradicionalmente procede el abastecimiento de verduras frescas para su población. Con el crecimiento de la ciudad y las cambiantes exigencias de los clientes, se ha producido un cambio en los puntos de venta de verduras. Tradicionalmente, la población de la capital solía comprar principalmente en mercados informales, como el Mercado Las Américas, el Mercado San Isidro, el Mercado Álvarez, el Mercado Colón, el Mercado La Isla, el Mercado Local Belén y el Mercado Kennedy. En los últimos años se han establecido de manera permanente las llamadas Ferias Campesinas, que funcionan en dos puntos de la capital; en el Estadio Nacional y hacia la salida oriente de la ciudad.
La mayor parte de la población, especialmente la clase media y baja, asiste a estas ferias para abastecerse de hortalizas producidas por agricultores de Lepaterique, Santa Ana, Tatumbla, Valle de los Ángeles, San Juan y Santa Lucía, entre otros. El resto de la población: clase media y alta suele realizar sus compras en supermercados, de los cuales Walmart (19 tiendas) y La Colonia (17 tiendas) son las cadenas más grandes que representan entre el 30% y 40% de la demanda de hortalizas en la capital. Las exigencias de estas cadenas en términos de abastecimiento, consistencia, inocuidad, precio y calidad ha obligado a las organizaciones de horticultores a organizarse y buscar mecanismos más eficientes y sostenibles para la comercialización de sus productos, cumplir con los requisitos y obtener mejores precios o al menos más estables. El procedimiento más común en términos organizativos ha sido que los pequeños productores se agrupen en cooperativas, asociaciones de agricultores y empresas asociativas de servicios múltiples. Sin embargo, la Fundación Privada para el Desarrollo Empresarial Rural (FUNDER) optó por organizar a 8 pequeñas empresas productoras campesinas bajo una entidad denominada "Consorcio Agrocomercial de Honduras".
Originalmente, se creó para resolver el principal problema de los productores de hortalizas: las pérdidas por el retraso en la venta del producto. La calidad se degrada, las verduras empiezan a pudrirse y, por supuesto, estas verduras ya no son aceptadas por supermercados como Walmart, la Colonia y la Antorcha. Tampoco se responsabiliza la parte compradora: el constante retraso en el pago de sus productos; la competencia entre cadenas para vender sus productos, porque muchas de ellas tienen productos similares; la falta de almacenamiento; la logística inadecuada para entregar los productos, etc.
Actualmente, uno de los servicios esenciales que el consorcio ofrece a sus socios es el establecimiento de empresas. Además, y con el apoyo técnico de y para el personal técnico, se organizan planes de plantación escalonados, necesarios para cubrir la demanda. En este punto, cada empresa es responsable del cumplimiento de la producción de acuerdo a sus capacidades y a proveer, según lo asignado en el plan de producción y abastecimiento.
Esta organización es relativamente nueva y en su etapa de consolidación y posicionamiento, la prioridad ha sido mejorar los ingresos de los productores de sus empresas socias, seguido de la gestión de cuotas y ofertas para sus propios productos, ampliando sus servicios de comercialización para los productores de hortalizas de los mismos productores integrados, manteniendo una constante gestión de integración de otras empresas demandantes de estos productos dentro del consorcio.
FUNDER sigue apoyando a este consorcio a través de asesoría técnica, apoyo y promoción para la implementación de buenas prácticas agrícolas y de manufactura, generación de valor agregado, y asesoría en la implementación de un sello de calidad que les permita comercializar sus hortalizas y construir su propia marca como pequeños productores.
Rikolto es socio de este consorcio desde 2014. Hemos fortalecido las capacidades técnicas, empresariales y organizativas de este consorcio, dando soporte en la definición de estrategias a su rol, asesorando en la elaboración de su plan estratégico, buscando soluciones de mercado, que les permitan mantener su modelo de negocio, de manera que cada empresa y cada actor del consorcio obtenga un mercado seguro, justo e inclusivo para sus productos. Dada la importancia de la sostenibilidad (social, económica, ambiental...), Rikolto ha logrado implementar estrategias y acciones que permitan al consorcio abastecer los mercados de Tegucigalpa de manera sostenible, garantizando productos seguros e inocuos e implementando modelos productivos sostenibles que mezclan buenas prácticas agrícolas y manejo integrado de plagas.
Un elemento muy interesante en materia de sostenibilidad es la participación de la gran mayoría de los productores del consorcio, en una iniciativa privada denominada «Recursos para mi tierra», en la que el banco La Banca Privada a través del banco FICOHSA, la cadena de supermercados La Colonia y la fundación FUNDER, han establecido un fideicomiso de escritura para atender a estos productores. En el marco de esta iniciativa, la cadena de supermercados La Colonia abastece hasta el 80% de su demanda de hortalizas. De esta manera, el banco FICOHSA otorga créditos para la producción (y un seguro agrícola), FUNDER ofrece servicios de asesoramiento técnico y La Colonia compra en los porcentajes antes referidos. Con esto, los productores obtienen un mercado seguro y buenos precios. Si bien esta iniciativa ha sido buena para los pequeños productores, aún se puede mejorar en aspectos directamente relacionados con la sostenibilidad ambiental y económica, y con la inclusión en las relaciones comerciales y en el logro de mejores ingresos para las familias de los agricultores. Hay indicios de que el acceso a esta iniciativa es limitado y de que los costes de los servicios (de asesoramiento técnico, créditos, seguros...) hacen que este modelo siga siendo caro.
Tras un año de intervención, Rikolto (antes VECO MA) se plantea algunos retos:
Además, desde 2014, se ha logrado un mejor entendimiento con la cadena de supermercados La Colonia, que ha propiciado un espacio de diálogo entre los productores y las organizaciones de apoyo, como Rikolto y FUNDER, para encontrar soluciones sostenibles a los problemas encontrados en la cadena y en el entorno. Entre las oportunidades a aprovechar en los próximos meses está:
Hasta ahora «Recursos para mi tierra» ha sido implementado por el sector privado y apoyado por FUNDER y Rikolto. Sin embargo, el tipo de modelo y la forma en que se han organizado los pequeños productores ha ayudado a responder a la demanda de hortalizas, el sector público y en particular, la municipalidad de Tegucigalpa podría jugar un papel muy importante para hacer valer esta iniciativa y poner estos productos al alcance de los segmentos más pobres de la población.
Este modelo puede generar escuela, factores de éxito y una lección que puede guiar al sector público y privado en el momento de diseñar estrategias para la provisión de alimentos a ciudades más grandes y para mejorar la seguridad alimentaria de los pobres. Para nosotros, como parte de Rikolto, aún queda un largo camino por recorrer, pero confiamos en estar en la buena senda en cuanto a proyectos piloto para lograr nuestra misión de desarrollar las condiciones adecuadas para que los pequeños productores desempeñen su papel en la reducción de la pobreza en las comunidades rurales y ayuden a procurar alimentos de forma sostenible para la creciente población mundial y a reducir la presión a la que se enfrenta nuestro planeta.
Fausto Rodríguez Escobar