El productor salvadoreño invertirá cinco años en su cultivo y tendrá ganancias durante 30, con rendimientos cinco veces mayores a los tradicionales.
La “niña de los ojos” del productor cacaotero Wilber Escobar son sus 700 plantas de cacao de “una cepa de cacao fino y de aroma” que cultiva en la finca Santa Emilia, en Ahuachapán, El Salvador.Escobar ha apostado a la calidad genética en un negocio rentable y amigable con el medio ambiente en su parcela piloto de Sistemas Agroforestales (SAF) de cacao.
“He luchado por tener uno de los mejores pies de cría de cacao criollo, no es fácil de pegar, pues tiene el 30% de pegue, su material vegetativo o vareta es JSCM (José Santos Cáceres Martínez) descubierta en Tecapán en el Oriente de El Salvador y fue desarrollada por el Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria (CENTA)”, agrega.
Según el catálogo, espera que produzca unas 75 mazorcas de cacao por árbol, lo cual es cinco veces mayor que la producción de un árbol tradicional de cacao que rinde unas 15 mazorcas como promedio
Para Escobar el cacao es una bendición. “No tenemos petróleo, ni minas de oro, pero si cacao fino y de aroma, de excelente calidad mundial, que tiene un gran potencial en el mercado nacional e internacional. Lamentó que no se está desarrollando en la medida y celeridad que quisiéramos”, añade.
Este productor de 66 años inició la siembra de cacao en el año 2017 motivado por su vocación en la protección del medio ambiente y el trabajo con el proyecto Alianza Cacao El Salvador ejecutado por Catholic Relief Services (CRS) e implementado por CLUSA El Salvador en la zona occidental del país.
«No tenemos petróleo, ni minas de oro, pero sí cacao fino y aromático, de excelente calidad internacional...», dice Wilber.
A partir de julio de 2019 tiene una parcela piloto de SAF cacao impulsadas por CLUSA El Salvador con el proyecto Gestión del Conocimiento de la Cadena de Valor del Cacao en Centroamérica implementado por Rikolto con el financiamiento de la Agencia de Cooperación Suiza para el Desarrollo (COSUDE).
De acuerdo a su experiencia, con la parcela de cacao bajo SAF se tiene un cultivo que va a ser rentable por 30 años y además del cacao proporciona a las familias otros alimentos para la comida cotidiana. Por ejemplo, en cafetales no se acostumbra tener árboles frutales y, por lo tanto, no se le saca ese provecho. “En SAF si podemos tener todos esos cultivos y satisfacer sus necesidades alimenticias”, dice.
Agrega que es un concepto innovador y muy útil. A una familia, dice, le provee variedad de alimentos para su autoconsumo, lo cual es importante, para superar situaciones críticas como la pandemia. Con el SAF se tiene las necesidades alimenticias cubiertas
Escobar les saca el jugo a todos los conocimientos y en sus parcelas tiene inventariadas y fotografiadas las 2,400 plantas de 75 variedades, de las cuales 700 plantas son de cacao fino de aroma.
Asociado con el cacao tiene frutales como: anonas, caimitos, zapotes y guayabas taiwanesas, entre otras. Asimismo, maderables y plátano para generar la mosquita forcipomyia que realiza la polinización de la fructificación del cacao.
Señala que su terreno no era clase A, y, por lo tanto, debió realizar medidas de corrección de suelo. Le adicionó bastante materia orgánica. “Siendo un sistema agroforestal, el primer paso fue establecer la sombra y utilizó sombra de frutales y paternas que dan fruto y se comercializan en el mercado”.
Escobar ha valorado la vocación del terreno para realizar sus cultivos. Había un área con mucha arcilla, por ello no sembró cacao ahí, y desarrolló un área con guayaba taiwanesa #1 en la parte con mayor pendiente con la finalidad de mejorar el suelo, evitar escorrentías, disminuir la erosión, e implementó riego por goteo en curvas a nivel.
Además, tiene un apiario que le permite ingresos más inmediatos, aprovecha la floración de la guayaba brindándole néctar a sus abejas y ellas se encargan de polinizar sus cultivos.
Este innovador y acucioso productor hace uso de las herramientas de cacao climáticamente inteligente y desde los macros en Excel controla todo lo que sucede en su parcela de cacao: inventarios, programación de actividades principales, costos, gastos, ingresos, toda la matriz para establecer niveles de rentabilidad, utilidades, gastos y el retorno a la inversión.
Estas herramientas, dice, son una rica contribución porque permiten medir lo que se está haciendo. “La idea del manejo desde el inicio al fin, pasando por todas las etapas del proceso: agronómico, cultural, control de plagas y enfermedades, viendo el crecimiento, producción de planta, que puede ser por semilla o injertando”, añade.
"Estamos sembrando para 30 años o más. Luego es solo estar retirando cada cosecha anual, es un proceso autosostenible y rentable”. La inversión será de cinco años y el retorno será de 30 años, con un cultivo redituable y que además de ser una buena inversión, ayuda al medio ambiente, enfatiza.
Su plantación estará en nivel productivo en dos años. Ha invertido tiempo en los genes que le dan excelente sabor, aroma y fortaleza para evitar plagas y enfermedades. Eso le ha hecho demorarse en la verdadera producción. Lleva injertos de cinco meses.
En tiempos de pandemia, comenta, con la tecnología no ha sido necesario que los expertos se arriesguen y ha tenido asistencia técnica virtual, más las matrices para dar un seguimiento eficiente. “Si yo tengo una duda, con una foto pido apoyo al técnico”.
Además, agrega, que la pandemia le ha permitido acercarse a expertos a nivel internacional con talleres virtuales (webinars).
Enfatiza que ahora el conocimiento se disemina de forma generosa, en tiempo atrás había celo de no compartir avances investigativos y ahora no, las organizaciones comparten y diseminan la información, e invitan a una gran cruzada que resuelve una gran cantidad de problemas: ambientales, económicos, laborales y de contención del cambio climático a pesar de estar en tiempo de pandemia.