Lith Montés lleva 4 años en Rikolto como coordinadora nacional de proyectos de café en Perú. En ese tiempo, ha seguido de cerca la trayectoria de jóvenes hijos e hijas de caficultores, quienes pasaron de ser apoyo en las fincas a ser parte de los equipos técnicos en las cooperativas y asociaciones cafetaleras. A menudo nos recuerda “trabajo para que los jóvenes tengan oportunidades que yo, afortunadamente, tuve.”
Hoy, Día mundial de las habilidades de la juventud, ella nos comparte la siguiente carta, con la historia de una joven que le enseñó que “vale la pena luchar por un sueño y construir una esperanza”.
Cuando conocí por primera vez a Onaida Mijahuanca, ella trabajaba en el área de acopio de la cooperativa. Nos encontrábamos al finalizar las jornadas de asesoría. “Vamos a tomarnos un cafecito” decían los gerentes, y sabíamos que podíamos contar con su compañía.
Las labores diarias de Onaida consistían en organizar los lotes de exportación, preparar y organizar los documentos para el envío en planta de procesos. En medio de esa jornada, ella atendía a los productores que llegaban a dejar sus muestras, a veces hasta muy tarde.
Ella siempre aspiraba a mejorar el trabajo de su área. Nos preguntaba: ¿cómo ves nuestro trabajo? ¿cómo hacen otras cooperativas? ¿qué sistemas usan? ¿qué políticas internas tienen? Cuando la conocí, yo venía de gerenciar cooperativas, y comprendí que necesitaba de su perspectiva de mejora constante para identificar oportunidades que tal vez otros miembros de la cooperativa no veían. Hacía tantas preguntas que tenía temor de no responder (adecuadamente) todas. Pero el retome animaba a seguir aprendiendo.
"Hacía tantas preguntas que tenía temor de no responder (adecuadamente) todas. Pero el retome animaba a seguir aprendiendo."
Después de terminar sus labores, e incluso en los tiempos de descanso, Onaida se trasladaba del área de acopio al área de control de calidad para apoyar al catador principal, quien le enseñó todo lo que sabía. Poco después el catador principal dejo la organización y él mismo recomendó que Onaida lo relevara.
Al año siguiente, a raíz de uno de los talleres de planificación, la vi catando, entrenando a nuevos colegas catadores, dictando cursos especializados. Me dejaron muy impresionada sus avances y era satisfactorio reconocer cómo sus nuevos conocimientos especializados, lejos de distanciarla, la acercaron a la labor del productor.
Un día mientras un productor esperaba sus resultados de catación, Onaida le compartió los resultados de la evaluación de su lote de café. Ella preparó una mesa para la catación y le pidió a él que probara su café.
Onaida había encontrado en ese lote uno de los mejores perfiles de café especial de la temporada, muy requerido por los clientes, pero no tenía mucha consistencia. Ella quería ayudarlo a lograr un café increíble, y así se lo dijo.
Comenzó a hacerle preguntas y el productor a contestarlas. En ese diálogo, se podía ver que Onaida detectaba las claves del éxito y empezaba a asesorarlo en base a ello.
"Un día mientras un productor esperaba sus resultados de catación, Onaida le compartió los resultados de la evaluación de su lote de café. Ella preparó una mesa para la catación y le pidió a él que probara su café."
En otra visita ella me dio la oportunidad de conocerla un poco más. Trabajar, estudiar y cuidar de su hija de 6 años eran parte de su rutina diaria. Antes de ingresar al área de acopio de la cooperativa ella había trabajado en el área de producción y certificaciones como extensionista de campo. Por si fuera poco, su familia también era productora, por lo que tenía un compromiso muy importante en mejorar las condiciones de vida de los productores.
"Ahora entiendo tu forma de enseñar”, le dije. “Tú conoces el café del suelo a la taza."
En los años que pude seguir su trayectoria, nos llegaron noticias de que Onaida fue invitada como jueza del concurso de control de calidad y comenzaba a compartir el escenario con otros reconocidos catadores de la zona.
Ella comenzó a ser también parte de nuestros encuentros anuales con socios, talleres de discusión, haciendo aportes desde su área de expertise, y con sugerencias valiosas desde el punto de vista de gestión. Nos ayudaba a poner los pies en la tierra con casos de la vida real, probando que en una organización profesional toda perspectiva es única y valiosa de integrar.
La pandemia puso una pausa, pero no un punto final para ese camino que apenas comenzaba a trazar Onaida. Las medidas de distanciamiento, en Perú y en zonas como San Ignacio, empujaron a jóvenes como ella a ponerse a salvo en las fincas, priorizar el cuidado de sus familias, en ocasiones interrumpir sus estudios, y apoyar en las labores de acopio ante la disminución de la mano de obra.
La pandemia puso una pausa, pero no un punto final para ese camino que apenas comenzaba a trazar Onaida.
Onaida ya no colabora en la cooperativa donde la conocí, pero como dice el dicho: “todos vuelven al lugar donde nacieron.” Cuando en Rikolto decidimos apoyar acciones de promoción del talento joven (pasantías, participación en concursos, emprendimientos), aspiramos a que asuman puestos de liderazgo en la organización de productores, pero resulta difícil vincularlos para siempre a una u otra organización.
No hace falta una crisis como la COVID-19 para darnos cuenta de que su camino seguirá después de su paso por las organizaciones. Lo que podemos hacer es facilitarles las herramientas para que con su talento sigan contribuyendo a una cadena de valor, cada vez más renovada y sólida. Más necesario que nunca de la crisis.
No puedo decir que esta idea me pone triste. Historias como las de Onaida desafían las estadísticas que dicen que el campo no es rentable para los jóvenes. Queremos que más jóvenes tengan oportunidades y experiencias como ella, y ser parte de ese camino cultivando pasión por el café del suelo a la taza, aun de cara a la adversidad. En Rikolto esto nos alienta a escuchar esa pequeña voz interior que dice “vale la pena luchar por un sueño y construir una esperanza.”
En 17 países a nivel global, al menos 21% de 23,300 socios y socias de las organizaciones de agricultores con quienes trabajamos son menores de 35 años. También, en el año 2020, a través de nuestras intervenciones logramos acompañar a 517 jóvenes en sus trayectorias como emprendedores en el sistema alimentario.
In 17 countries globally, at least 21% of the 23,300 members of the farmers' organisations we work with are under 35 years age. Also, in 2020, through our interventions, we managed to accompany 517 young people on their trajectories as entrepreneurs to build together food systems where everyone can develop their potential and live their dreams!