Usar una calculadora, algo que para muchas personas podría resultar una tarea muy sencilla, fue el punto de partida para que un gran número de mujeres empezara a recorrer el camino hacia su independencia económica y su empoderamiento en la provincia de Satipo, en la región Junín. ¿Pero cómo es que aprender a sumar, restar, multiplicar y dividir en esta simple herramienta hizo que se involucraran cada vez más en las labores que antes eran exclusivas de sus esposos? Esta es la historia de la Cooperativa Agraria Cafetalera Pangoa y sus esfuerzos por inclinar la balanza hacia la igualdad de género y fomentar un mayor desarrollo económico y social en sus miembros.
La cooperativa se fundó en el año 1977. En ese entonces eran 50 socios, todos varones, y su principal objetivo era mejorar el precio de sus productos apoyándose mutuamente de manera solidaria para superar cualquier obstáculo que pudiera presentárseles en el camino; pero no vieron la necesidad de incorporar a sus esposas o sus hijas en esta misión.
Para ellos, según cuenta Esperanza Dionisio, la emblemática ex gerenta de la CAC Pangoa, las mujeres debían estar en la casa, preparando los alimentos y cuidando a los hijos. No obstante, muchas complementaban el trabajo de campo de los hombres supervisando el secado del café, algunas iban más allá y se involucraban en la administración del negocio, solo que estas tareas quedaban invisibilizadas debido a los roles de género que cumplían en el hogar. Era trabajo no reconocido, menos aún, remunerado.
Tuvieron que pasar 20 años para que las cosas empezaran a cambiar.
“La labor era distribuida, las señoras tenían que estar en la cocina, atender a los niños, atender a los animales menores, y el secado del café era su responsabilidad en la chacra. Y los varones el trabajo fuerte, en la cosecha, cargar, todos esos trabajos que demandan energía. Las mujeres no intervenían mucho en la economía”, nos cuenta Esperanza.
Esperanza asumió la gerencia general de la CAC Pangoa en el año 1997, siendo la primera mujer en ocupar un cargo de tal importancia en una cooperativa de café en el Perú. Estar al frente de la cooperativa ayudó a romper esquemas, pero vio que aún había mucho trabajo por hacer.
“Al inicio solo se vendía café convencional a la bolsa, los márgenes de ganancia que quedaban eran mínimos y había que sacar plata de dónde sea para reintegrarles a los socios antes de fin de año”, recuerda Esperanza.
Fueron tiempos muy difíciles, hasta que en el 2001, después de un arduo trabajo de investigación y adecuación de sus procesos, accedieron a los sellos de café orgánico y comercio justo. Estas certificaciones les abrieron las puertas a la cooperación internacional y a los grandes mercados en el extranjero. Sin embargo, el logro más importante fue, sin duda, ganar aliados interesados en el desarrollo de la comunidad e involucrar a las mujeres en el proceso.
El mismo año que Esperanza asumió la gerencia de la cooperativa se establecieron alianzas estratégicas con programas importantes, entre ellos el Programa Andino de Desarrollo Cooperativo (PADECO) de la de la Sociedad de Cooperación para el Desarrollo Internacional (SOCODEVI) que contribuyó a dar los primeros pasos para mejorar la participación de las mujeres en la administración de sus empresas familiares.
“A través del comité, la cooperativa le apostó al talento joven -con capacitaciones, pasantías, becas- y permitió conversaciones necesarias al interior de las familias, para una mayor sensibilidad a la equidad de género y generar condiciones para un desarrollo pleno de los hijos e hijas de asociadas”
Estos esfuerzos impulsaron el nacimiento de CODEMU, el Comité de Desarrollo de la Mujer de la CAC Pangoa. Fue allí que la introducción de la calculadora se volvió fundamental para que las mujeres empezaran a empoderarse y desarrollar otras habilidades como parte de un proceso progresivo hacia su autonomía económica, física y de toma de decisiones.
“Primero se les compró la calculadora y se les enseñó cuántos kilos pesaba una lata de café para así empezar a hacer cálculos para vender el café”, dice Esperanza. Con la mayoría de las mujeres hubo que empezar de cero porque no habían pisado la escuela en toda su vida, sin embargo, tenían mucho interés por aprender. “No todas sabían sumar y restar, solo algunas, pero tenían otras habilidades. Muchas no sabían leer y escribir, pero tenían toda la información en su cabeza”. De las habilidades técnicas pasaron a las sociales, y así mejoraron su autoestima. “Ellas mismas pedían capacitarse y si, por ejemplo, las señoras no podían hablar, a través de esas capacitaciones tenían que aprender a hablar”, agrega.
Con los años, las capacitaciones tuvieron repercusión en casa, pues las mujeres reconocieron la importancia del aprendizaje y comenzaron a desear un mejor futuro para sus hijos a través de la educación. La cantidad de niños y niñas en la escuela aumentó, ya no sacrificaban horas de estudio para quedarse a ayudar a sus padres en la chacra pues entendieron que saber leer, escribir y realizar operaciones matemáticas era más beneficioso para su economía. Así el CODEMU promovió un cambio que afectaría a más de una generación.
Si bien el CODEMU partió como un espacio para las mujeres socias, luego incorporó a jóvenes e impulsó cambios con y a favor de las nuevas generaciones.
Sin embargo, no todas las familias aceptaron bien estos cambios al principio. Por ejemplo, no a todos los esposos les gustaba la idea de que sus esposas salieran de casa a recibir capacitaciones pues para ello debían estar ausentes por varios días. No se entendía la naturaleza de las capacitaciones y muchas socias compartían que una condición para asistir a estas actividades era que dejaran todo listo, la casa limpia y el almuerzo preparado antes de salir.
“Había una señora cuyo esposo tomaba licor y le pegaba, pero con las capacitaciones ella se envalentonó y le dijo a su esposo: ‘tú atiendes la casa’. Y la señora se fue, regresó al mediodía y el señor no había hecho nada, la casa sucia, el almuerzo sin preparar. Ahí el hombre reconoció que la mujer hacía varias cosas a la vez”, recuerda Esperanza. Las discusiones en el hogar no era el único problema: en los casos más extremos, se llegaron a conocer situaciones de violencia ejercida contra ellas.
Despite all this, the work done by the CODEMU made a difference in the life of the women producers in Satipo. Vilma Caso, daughter of a founding member of CAC Pangoa, owner of the Oropel farm in the village of Villa Progreso de Eden in Mazamari, is one of the many who have benefited. She has been a member of CAC Pangoa for 10 years, allowing her to have better control of the processes within her farm. “I used to sell coffee on the street, but I realised that the cooperative was reliable, that the weighing was accurate and that they offered support and technical advice. I was encouraged and was able to get my farm organised and put my equipment in order," says Vilma.
What she learned in the Women's Committee enabled her to improve production and sales, as she also participates in a ‘Saturday Market’ where members offer products such as coffee, cocoa, honey, fruit, vegetables and small animals. Vilma emphasises the fact that she has gained economic independence. "We no longer rely solely on coffee nor only on our husbands' work; as women, we work producing vegetables and raising animals, we generate income and provide for our daily needs," she adds, with great enthusiasm.
It was precisely this increase in the family economy that tipped the balance in favour of the women's work; their husbands saw that their income improved and they began to support their activities, give them their space and do their share at home. This allowed the members to develop a more active role as leaders, taking on leadership positions at the committee level, in the cooperative itself, and even in their own communities.
In recent years, women involved in the committee have traced their own paths for development and sought new strategic allies for their projects, such as Dean's Beans Organic Coffee Company, Coop Coffees, Appcacao, SOS Faim, Twin, and Terra Nuova, among other partners and clients. After learning about the effort behind the cooperative's production, the companies showed more interest in the women's work and the products they produce and collaborated by providing seed capital so that they could acquire better quality agricultural inputs, adapt the infrastructure of their farms, improve their housing, and invest in education and healthcare for themselves and their families.
La labor iniciada por el CODEMU tuvo continuidad en la creación de un nuevo espacio, un Comité de Desarrollo de Jóvenes (CODEJ): Los hijos de las mujeres productoras recibieron créditos y becas para estudiar en diferentes universidades del país. Una vez graduados, el compromiso era regresar a trabajar por el desarrollo de los negocios de sus familias, pudiendo integrar el equipo técnico (ganador de premios, con un profesionalismo reconocido por sus clientes) o haciéndose socios de la Cooperativa.
“La experiencia del CODEMU nos demuestra que es posible mejorar el desempeño de una organización de productores, fomentando la inclusión, incorporando a jóvenes y mujeres. Hoy, esto rinde sus frutos. Su historia y retos pueden ser los de otras organizaciones, y la sistematización de su experiencia permite revisar y trabajar en cómo generar mejores condiciones para el desarrollo para las mujeres y sus familias.” añade Wismann.
Son muchas las lecciones que el CODEMU deja hasta el momento, una de ellas es que fomentar la autonomía de las mujeres hace que se apropien del espacio público que antes les era negado y apoyen en la generación de mejores condiciones de participación de otras mujeres. Contar con el apoyo de instituciones a través de alianzas estratégicas es muy importante, las mujeres se sienten acompañadas en el proceso, y se asegura una mayor participación al animarlas a buscar mejores posiciones dentro de la cooperativa. Finalmente, las mujeres continúan su reconocimiento y fortalecen su agencia, valorando e incrementando sus capacidades para hacer frente a situaciones adversas, sea en sus casas o en sus comunidades, planteándose nuevos proyectos y objetivos que alcanzar de manera individual y colectiva.
El empoderamiento de las mujeres es un proceso gradual y debe sostenerse en el tiempo reconociendo que cada mujer proviene de un contexto diferente, y que son esas particularidades las que hacen que el proceso no sea el mismo para todas. Junto a procesos muy propios en los que la mujer avanza, se hace necesario que sus organizaciones y el contexto en el que se desenvuelven comprendan la necesidad de modificar dinámicas y condiciones que permitan su pleno desarrollo porque es su derecho y porque su inclusión refuerza tremendamente el desempeño de las organizaciones.
Redacción: Pamela Acosta - consultora en comunicaciones - Editora: Natalia Palomino, Coordinadora de comunicaciones en Rikolto - Fotografía: David Diaz - Publicado en Cafelab.pe
We are convinced that gender equality is key for a sustainable tomorrow. Share this article and tell us how your organisation is contributing to #breakthebias.