En octubre 2019, Ecuador se paralizó por las protestas ciudadanas ante las medidas económicas del gobierno. La población experimentó la falta de alimentos ya que varios establecimientos cerraron. En ese entonces, ignorábamos que poco tiempo después nuestro sistema alimentario seria puesto a prueba de nuevo.
La pandemia llegó a Quito luego de que se conocieran los primeros casos en la ciudad de Guayaquil en marzo 2020, territorio severamente afectado. Afortunadamente, el alcalde capitalino optó por tomar medidas preventivas y los hogares se confinaron a tiempo. Poco a poco surgían los reportes de contagio en la ciudad y hoy están más de 63,000 personas afectadas según informes oficiales.
Aprendimos de manera dolorosa que la información es clave para vencer las secuelas que rápido se materializaban, primero a nivel del sistema sanitario, y luego de la alimentación.
La ciudad contaba con el estudio de vulnerabilidad del sistema alimentario, el cual permitió detectar las zonas a priorizar para garantizar la seguridad alimentaria de sus habitantes.
Las medidas tomadas por el gobierno nacional para frenar el avance del Covid supusieron cambios importantes en los hábitos de consumo. Antes de la emergencia, el 71% de la gente comía fuera de casa, ahora han optado por comer en sus viviendas u ordenar comida para llevar.
En la mayoría de los hogares no sabían cómo cocinar por lo cual varias organizaciones de la sociedad civil brindaron apoyo para que las personas aprendieran a preparar recetas fáciles y nutritivas.
Otra tendencia es el consumo de alimentos procesados relacionado también a la falta de tiempo para cocinar o no saber hacerlo. De acuerdo con la última encuesta de salud y nutrición, 6 de cada 10 residentes de entre 25 y 59 años tienen sobrepeso, el 83% de los ciudadanos consumen refrescos y el 63% comían bocadillos seguidos por el 58% que comen comida rápida.
Durante el Covid estudios de mercado reflejaron el incremento del consumo de golosinas entre comidas y la disminución del ejercicio físico, lo cual constituye una combinación peligrosa que pone en riesgo a la población ante enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes.
En octubre de este año, Rikolto recibió la invitación para visualizar el sistema alimentario de un territorio en 2050. La fundación Rockefeller, Open Ideo y Second Muse se alearon para crear el concurso: Food Systems Vision Food Prize o premio a la visión del sistema alimentario en español.
Una tarea oportuna para el grupo de profesionales con quienes trabajamos la estrategia alimentaria de Quito y con quienes no dudamos en aceptar el reto y ponernos manos a la obra.
Rikolto junto a RUAF, el Centro de Desarrollo Rural en América Latina (RIMISP) y varios departamentos del Municipio de Quito, impulsaron la articulación de diferentes actores involucrados en el sistema alimentario para trabajar juntos en lo que se convertiría en la Carta Alimentaria de Quito.
Primero, pensamos los valores a los que debía estar anclado nuestro planteamiento. La propuesta debería reflejar equidad para asegurarnos de que hubiera una relación justa entre los actores del sistema alimentario; solidaridad e interconexión, reconociendo que los unos dependemos de los otros y por lo tanto es imprescindible cuidar de la madre naturaleza si queremos sobrevivir como especie.
Consideramos el valor de inter generacionalidad y escuchar a las y los compañer@s de diferentes edades. Además de integrar elementos de aprendizaje continuo, sustentabilidad y bienestar general o “buen vivir”.
Con las bases listas iniciamos la identificación de los desafíos en el sistema alimentario y a pensarlos desde la arista económica, social, ambiental, tecnológica, nutricional, cultural y cómo la política pública podría crear mecanismos para que se concretaran nuestras ideas.
Finalmente, surgió el título: Ciudadanos empoderados, transforman su ambiente alimentario y así ejercen su derecho a la alimentación, que apuesta por una gobernanza participativa, donde la ciudadanía es el actor principal de cambio.
¡Pasamos la segunda ronda! Estábamos entre 79 semifinalistas entre más de 1.300 propuestas de todo el mundo. Nos sentíamos contentos y orgullosos de que nuestra idea hubiera resonado. Desafortunadamente, poco tiempo después llegó el Covid - 19 y nos obligó a replantearnos las formas para continuar desarrollando la propuesta participativamente.
Llegamos a organizar 12 reuniones virtuales con más de 20 profesionales con experiencia y trayectoria en arquitectura, economía, ciencias sociales, comunicación, gestión de conocimiento, agronomía, salud y nutrición. ¡Conócelos!
El trabajo participativo dio sus frutos y abrió muchas oportunidades de sinergias. Logramos graficar en un diagrama cómo todo se conecta, reconociendo nuestros límites para abarcar la complejidad del sistema, pero sí reflejando los múltiples vínculos en diversas escalas.
Pensar el futuro en medio de una pandemia es complejo, no sólo porque es difícil concentrarse cuando sabemos que hay personas que la están pasando muy mal sino porque el panorama es desolador y visualizarnos en el confinamiento por varios meses nos atemoriza. Entonces, ¿cómo pensar en un futuro prometedor y diseñar estrategias transformadoras en un escenario desolador? Esta pregunta nos hizo pensar que enfrente teníamos limitaciones y oportunidades para asegurar el abastecimiento constante de alimentos.
Hubo colectivos que se organizaron para dar respuesta inmediata y proveer canastas de alimentos a vecinos y vecinas en necesidad que había perdido su empleo, a dueñas de restaurantes crear cooperativas de trabajo para vender productos artesanales a domicilio y repartir las ganancias con los colaboradores, el boom del servicio a domicilio que se sostiene hasta el día de hoy y parece ser una tendencia que llego para quedarse.
Durante la pandemia, la agricultura urbana demostró una vez más ser un factor de resiliencia pues los huertos de alimentos dispersos por toda la ciudad alimentaron a varias familias durante la pandemia.
El proyecto de agricultura urbana AGRUPAR, una iniciativa de casi dos décadas ha mantenido la asistencia técnica de forma remota y ofrecen cursos en línea para que más habitantes aprendan a instalar su propia huerta en casa.
La tecnología resultó una gran aliada durante la pandemia, conectando a consumidores con productores, pero también conectando a ciudadanos con autoridades para monitorear mejor la situación a través de denuncias en las redes sociales.
Las plataformas de código abierto ofrecen una oportunidad para que los emprendedores puedan ofertar sus productos de manera segura. Por ejemplo, una cooperativa de consumidores que apoya Rikolto, ha optado por invertir en una página web para mostrar su catálogo de productos en línea y ampliar su base de clientes.
Anteriormente los clientes eran sobre todo familias que asistían a las ferias, y debido a la prohibición de usar el espacio público la cooperativa se está reinventado y buscando nuevos clientes como pequeñas y medianas empresas procesadoras de alimentos.
El cambio sostenible requiere una gobernanza alimentaria participativa e integrada. Hoy en día, pocos ciudadanos defienden su derecho a la alimentación y la promoción de dietas sostenibles. Los movimientos de consumidores existen, pero nos hace falta conciencia ciudadana sobre la soberanía y seguridad alimentaria.
Antes de la pandemia, el municipio albergaba varios espacios públicos que acogían a ciudadanos de todas las edades para que participen en diferentes actividades, sin embargo, el tema de la alimentación estaba ausente. Por ejemplo, en las clases de cocina para ancianos, el municipio no incluía el tema de las dietas sostenibles que ha demostrado ser clave para elevar el sistema inmunológico de las personas.
La alimentación es un tema transversal que atraviesa varias actividades. Sin embargo, los datos y la información sobre los alimentos son generados en silos por unidades individuales, sin ninguna coordinación y esto se convierte en acciones desconectadas que carecen de análisis sistémico.
La ausencia de coordinación hace invisibles los esfuerzos organizativos e individuales y limita la articulación de las acciones entre los diferentes actores.
Para el 2050 vemos a una ciudadanía diversa empoderada que ejerce su derecho a la alimentación. El diseño urbano es favorable para las personas y les permite desplazarse caminando o en bicicleta a la huerta más cercana, a la feria de alimentos y a la tienda.
Las personas valoran encontrarse para preparar comida juntos y organizar espacios en los cuales el alimento es parte del encuentro. La alimentación es vista de forma sistémica y por lo tanto está integrada en el panorama urbano para lo cual la municipalidad ha invertido en infraestructura verde y realiza acciones coordinadas entre las distintas empresas y secretarias.